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BAFICI: cómo armar tu fixture personal

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El autor de Trampa de luz y Frío en Alaska recorre el programa de esta nueva edición del BAFICI en Buenos Aires, festival que seguirá en pie hasta el 22 de abril. Una lista tentativa que incluye películas infinitas, las visitas de John Waters y Philippe Garrel, film-collages y un documental protagonizado por poetas argentinos.

Por Matías Capelli.

 

“La única forma que un crítico tiene de ser objetivo con una película es escribir sobre ella sin haberla visto”. Tal es uno de los lemas de Oscar Peyrou, crítico español de origen argentino protagonista de En busca del Oscar. El largometraje de Octavio Guerra —que podrá verse en la nueva edición del Bafici que empieza oficialmente este miércoles—sigue a Peyrou por el circuito internacional de festivales y construye un personaje excéntrico que parece salido de una novela de Aira y que elabora sus reseñas basándose únicamente en los afiches de las películas.

Estemos más o menos de acuerdo con la afirmación Peyrou, repetir sus palabras como un mantra es un buen antídoto antes de ponerse a escribir sobre la programación del festival de este año. Porque salvo que uno sea un reputado cronista o crítico cinematográfico, o el programador de algún festival, o un productor o distribuidor independiente, miembros de esa casta festivalera que retrata Guerra, por estas latitudes es casi imposible haber visto antes de que empiece el Bafici la mayoría de las películas programadas, incluso hoy en tiempos de streaming, torrents y links privados. Como sea, luego de hojear las más de cuatrocientas páginas del catálogo, y encomendándose a San Peyrou, uno puede ir armando una lista tentativa, un fixture personal.

 

 

John Waters, Philippe Garrel y las 14 horas de La flor

Una opción posible es dedicar el festival casi exclusivamente a ver La flor, película monumental de Mariano Llinás (Balnearios, Historias extraordinarias) que tiene una duración total de 14 horas (sic). Las tres partes que integran este esperado larguísimometraje se proyectarán en tres días diferentes. La primera parte dura de 213 minutos, la segunda, 326, y la tercera, 287. Ver La flor es prácticamente un festival en sí mismo, y podría alcanzar para saciar la sed cinéfila de unos cuantos. Pero también es cierto que las entradas para las funciones están prácticamente agotadas y que la película va a estrenarse en unos meses en la sala Lugones, así que tampoco es cuestión de desesperarse. Quien a toda costa quiera someterse a una experiencia intensa y prolongada y no consiga entradas para La flor, puede probar con La temporada del diablo, del filipino Lav Diaz, que araña las cuatro horas.

La visita estelar este año es la de John Waters. Si bien sus películas ya formaron parte de ediciones anteriores, el público se renueva, y esta vez cuentan, por primera vez, con la presencia física del director. La retrospectiva incluye de Pink Flamingos y Hairspray a Cry Baby, entre otros clásicos trash, y como yapa la proyección de Fuego, de Armando Bó, una de las películas favoritas del realizador de Baltimore. A eso se le sumarán actividades públicas con el cineasta, de quien Caja Negra publicó los recomendables Mis modelos de conducta y Carsick. Y los que quieran incursionar por esa línea más allá de Waters, pueden aprovechar para ver Escape from Rented Island, sobre Jack Smith, referente del cine y teatro under, pionero del camp y del trash.

El otro invitado estelar es el francés Philippe Garrel, con una retrospectiva que va de sus inicios en plena ebullición de los sesenta parisinos y hegemonía de la nouvelle vague a ficciones mas recientes como Los amantes regulares o Los celos, pasando por piezas más líricas y abstractas de los setenta protagonizadas por la cantante Nico (La cicatriz interior y Las altas soledades).

Una de las secciones más interesantes de este año es la de Películas sobre películas, que además de En busca del Oscar, promete Hitler’s Hollywood, un documental de Rudiger Suschland sobre cine alemán durante el nazismo y The Green Fog, de Guy Maddin, film-collage sobre la ciudad de San Francisco hecha con fragmentos de otras películas. Otro film-collage prometedor es el del argentino Leandro Listorti (Los jóvenes muertos), que a partir de fragmentos de películas argentinas inconclusas logra urdir en La película infinita una suerte de historia paralela del cine vernáculo.

Artistas en acción es otra de las secciones más jugosas. Vale la pena prestarle atención al retrato de Jean-Michel Basquiat hecho por Sara Driver, al de Luis Felipe Noé a cargo de Anahí Farfán (La coherencia del caos), al de Alfredo Jaar (El lamento de las imágenes) y a La vida que te agenciaste, de Mario Varela, protagonizada por los poetas argentinos Fabián Casas, Laura Wittner, Jorge Aulicino, Sergio Raimondi y Washington Cucurto, por nombrar solo algunos.

 

 

No-ficción, focos especiales y estrenos argentinos

Después de haber presentado Austerlitz el año pasado (sobre cómo un campo de concentración deviene espacio de memoria y turismo), amerita darle carta blanca a Sergei Loznitsa y sacar entradas para El día de la victoria, una pieza de observación sobre las celebraciones del 9 de mayo en Berlín, fecha en que se conmemora el día en que el ejército soviético derrotó a las tropas nazis. También hay un pequeño programa dedicado a James Benning, a esta altura un clásico de culto del festival, que incluirá desde películas de los setenta como 11x14 a piezas recientes como Readers y L. Cohen, filmada esta última en una jornada de agosto de 2017 en un campo petrolero de Oregon durante el eclipse solar.

Normalmente los focos especiales son otro de los platos fuertes del festival; permiten descubrir la obra de directores desconocidos por estas latitudes, tal como fue el caso en 2017 con el español Francisco Regueiro. Este año será posible asomarse a la obra del cineasta experimental de origen mexicano Teo Hernández, al cine de Kira Muratova, “la más vanguardista de la Nueva Ola soviética de los años 60”, según el catálogo, o a los retratos de la marginalidad del brasileño Ozualdo Candeias, que contará con la primera retrospectiva internacional dedicada a su obra.

Entre las películas argentinas sobresale —de hecho es la elegida para la función de apertura—Las Vegas, de Juan Villegas (Sábado, Los suicidas), una comedia absurda y emotiva. Otro de los títulos que despierta más expectativas es la orgiástica Las hijas de fuego, de Albertina Carri; Teatro de Guerra, de Lola Arias (correlato audiovisual de los ensayos y preparativos de su obra con veteranos de Malvinas que giró por el mundo) y Casa del teatro, segundo largometraje de Hernán Roselli, que con su ópera prima Mauro fue una de las revelaciones del festival cuatro años atrás. Un veterano del Bafici como Raúl Perrone presentará Expiación ambientada en los días del golpe del 76, y por su parte Sergio Wolff estrenará Esto no es un golpe, sobre el alzamiento carapintada de 1987 durante la presidencia de Alfonsín.

Este año el Bafici cumple diecinueve años —y 20 ediciones— aportando lo suyo para dar forma a la cultura cinéfila de la ciudad, tal vez incluso del país. Es una institución cultural consciente de su propio pasado y de hecho el catálogo hace a menudo referencia —tal vez por momentos abusivamente— a la propia historia del festival, tan fecunda con los realizadores como con el público. Por eso se puede dar el gusto de programar en la sección Históricos algunas películas emblemáticas de ediciones pasadas, como Los paranoicos, Los rubios, El juego de la silla o Sábado, e incluso ofrecer algunos clásicos contemporáneos como El bueno, el malo y el feo, de Sergio Leone, El desprecio, de Godard, El camino de los sueños, de David Lynch y El mundo según Wayne. O la nueva de Wes Anderson: Isla de perros. Películas ideales para todos aquellos que, desconfiando de los Peyrou del mundo, se resisten a dejarse encandilar por los cantos de sirena de los entendidos y prefieren no arriesgar demasiado e ir a lo seguro.

 

 

 

 

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