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Banda Propia: “Nos gustaba la idea de repensar lo colectivo”

"Desde un principio nos planteamos que Banda Propia tuviera no solo una identidad de catálogo, sino también una identidad gráfica": La editorial chilena llega a Argentina vía Big Sur junto a varios sellos trasandinos.

Por Valeria TentoniFotos gentileza Banda Propia.



Con dirección de Lorena Fuentes y María Yaksic, Banda Propia llega a librerías con una apuesta alta que hace juego con sus portadas -a esta altura, una marca registrada.  

Esta editorial independiente fue creada en 2019 y publica novela, cuento, ensayo y crónica literaria, “libros destacados de la narrativa hispanohablante contemporánea, y traducimos obras aún sin circulación en nuestro idioma”, explican. El catálogo se organiza en las colecciones Contemporánea, Perdita y Destinos Cruzados



¿Cómo surge Banda propia y a qué debe su nombre?  

María Yaksic: Banda propia surge en 2019, con tres colecciones. Con Lorena veníamos trabajando en otros proyectos editoriales y de un momento a otro nos quedamos sin una plataforma y con varios libros en carpeta. Primero pensamos en ofrecer esos proyectos a editoriales cercanas, pero después de darle muchas vueltas juntamos ánimo y decidimos armar un proyecto de cero. Lo del nombre fue un juego y una afirmación. No buscábamos una referencia literaria. Nos gustaba la idea de repensar lo colectivo, de pensarnos como una banda y desde allí repensar lo propio, dar vuelta el cuarto propio, la casa propia.  

¿Qué pueden contarnos de los comienzos, de los primeros libros publicados? 

M. Y.: El primer libro fue Bogotanamente, de Alejandra Costamagna y Slavko Zupzic, dos crónicas sobre Bogotá en la colección Destinos Cruzados, después vino Escritos disidentes, de Olympe de Gouges, el primero de la Colección Perdita, e inmediatamente Crear en peligro, de Edwidge Danticat, el primero de la colección Contemporánea.  

¿Cómo aterrizaron en el ecosistema de editoriales independientes de Chile? ¿De qué sellos se sienten hermanas?  

Lorena Fuente: Diría que tuvimos un buen aterrizaje, en el sentido de que cometimos pocos errores iniciales y encontramos pronto nuestro lugar. Habíamos tenido experiencias editoriales anteriores que nos sirvieron de escuela, y eso nos permitió comenzar Banda Propia con claridad de lo que queríamos hacer. En Chile el espacio editorial independiente es numeroso y diverso, pero el mercado es pequeño, los lectores acotados. Eso hace difícil tanto sobrevivir como diferenciarse. Nos sentimos cercanas a varias editoriales, por variadas razones: catálogo, diseño, formas de trabajar. Por nombrar algunas: de La Pollera y Alquimia, que son aliados y compañeros de viaje;  de Montacerdos, con quienes hemos trabajado coediciones, compartido ferias y otras experiencias; de Cuenta, que compartimos equipo y amistad; y de Carbón, los amigos nuevos, que están haciendo unos libros hermosos. 


Hay una gran apuesta en cuanto al diseño de portadas y de interiores, ¿Cómo lo piensan y quién las diseña? 

L. F.: Desde un principio nos planteamos que Banda Propia tuviera no solo una identidad de catálogo, sino también una identidad gráfica. En la últimas dos décadas en el campo editorial contemporáneo el diseño de libros se ha perfeccionado y enriquecido, por lo que creemos que actualmente los autores y lectores esperan que uno cuide la materialidad de los libros tanto como cualquier otra dimensión del quehacer editorial. De allí que al momento de concebir el proyecto nos pareció interesante pensar los libros como objetos orgánicos, que tienen una dimensión material que debe dialogar de alguna manera con el texto. Ese diálogo y enriquecimiento mutuo entre el texto y el diseño es lo que buscamos cuando pensamos interiores y portadas. Andrea Estefanía es nuestra diseñadora y directora de arte. Es parte del núcleo fundacional de Banda Propia, trabajó la propuesta gráfica de la editorial y de cada colección, hace las portadas de Contemporánea y Destinos Cruzados, y ve los interiores de las tres colecciones. Y específicamente en colección Perdita, las portadas tipográficas la hace Harol Bustos.  

Entonces existen las colecciones Contemporánea, Perdita y Destinos cruzados, ¿qué pueden contarme de cada una de ellas? 

M. Y.: Precisamente esas son las tres colecciones que están desde el inicio. Destinos Cruzados, crónicas sobre ciudades, Perdita, dedicada a la publicación y traducción de escritoras del pesado, Contemporánea dedicada a las voces literarias vivas de América latina y el Caribe de otras lenguas. Esta colección siempre quisimos que fuera de amplio radio, la más diversa y sin tantos pies forzados. Hemos pensado proyectar otras colecciones, también apostar por otros formatos más experimentales, pero no llegamos aún a concretarlo.  

Es notable el trabajo de rescate de autoras y autores de otro siglo, vivificados por intervenciones de autores presentes: ¿Cómo idearon esta estrategia, por qué les parece valioso que leamos materiales de otro tiempo? ¿Cómo diseñan esas parejas -por ejemplo, Alice Guy y Tiziana Panizza-? 

M. Y.: La idea comenzó a gestarse en 2018, año muy importante para el movimiento feminista en Chile, y un momento de profunda discusión sobre el canon y la conformación de los programas universitarios desde un punto de vista de género. Nos preguntamos cómo publicar escrituras de mujeres del pasado, nuevas traducciones que nos parecían interesantes en una genealogía, pero logrando que tuvieran visibilidad en librerías y que fueran atractivas para una lectoría amplia. El desafío era ampliar el público y acercar lecturas más allá de los circuitos especializados o militantes. También nos parecía que esas lecturas permitían dar perspectiva histórica a problemáticas que parecían demasiado recientes. Por eso apostamos por la materialidad del libro, su diseño, y que cada uno fuese en compañía de una escritora contemporánea.

Los libros de Perdita no son libros patrimonialistas, ni títulos que recuperan mujeres solo por ser mujeres. Hay una apuesta por mostrar tensiones, inscripciones, con documentos que en algunos casos resquebrajan la proyección monumental de estas figuras, su supuesta ejemplaridad. A las escritoras contemporáneas las invitamos reconociendo sintonías en sus propias escrituras que puedan tender puentes entre lo antiguo y lo contemporáneo. Así se han sumado a esta colección Lina Meruane, Cynthia Rimsky, Tiziana Panizza. Alia Trabucco Zerán, Selva Almada, Alejandra Costamagna, Diamela Eltit, Gabriela Wiener. Ha sido un recorrido lindo, lleno de sorpresas. 

Banda Propia se propone rescatar textos que nunca habían sido publicados o traducidos, textos cuya circulación era nula en nuestro continente, como las memorias de Alice Guy o el libro de Sofía Tolstaia o Julieta Kirkwood, por dar ejemplos. ¿Cómo los encuentran, cómo arman esa zona del catálogo? 

M. Y.: Pocos de estos libros fueron publicados originalmente de ese modo. Eso permite sacar a la luz zonas menos conocidas de una obra, un nombre, etc. Algunos libros son de personajes conocidísimos, como Rosa Luxemburgo, Virginia Woolf, Julieta Kirkwood (en Chile), pero otros no, como Sofia Tolstaia, Alice Guy, la primera directora de una película de ficción conocida hasta ahora, etc. El de Eleanor Marx, la hija menor de Marx, es un caso especial, muy poco conocida, pero lleva ese apellido. Ese libro además es una recopilación de textos dispersos que van desde sus escritos políticos, su lugar en el socialismo y el sindicalismo, pero también sus escritos sobre literatura (fue traductora de Ibsen y Flaubert) y un conjunto de otros materiales que documentan su suicidio, que ya en su misma época fue pensado como un suicidio femicida. El de Julieta Kirkwood fue todo lo contrario, reensamblar un corpus conocido y disponible, pero trabajando con la documentación que conserva el Archivo de Mujeres y Géneros de Chile, más una seguidilla de sorpresas que nos trajo la búsqueda original, y que corona el brillante prólogo de Cynthia Rismky.  



¿Cómo diseñan su catálogo de contemporánea, con autores como Luciano Lamberti o Rita Indiana? ¿Qué búsqueda persigue? 

L. F.: Contemporánea es nuestra colección más libre, y por lo mismo la gozamos inmensamente como editoras. Es una colección de narrativa literaria, pero que tiene cuentos, crónicas, ensayo y novelas, y textos en los márgenes de esos géneros también. Hasta el momento hemos puesto el énfasis en escrituras de América Latina y del Caribe. Y lo fundamental es que reúne nuestros gustos como lectoras, publicamos los libros que nos han fascinado, las autoras y autores que nos gusta leer. Por lo mismo tiene una cuota de eclecticismo, porque como lectoras nos movemos dentro de márgenes que no son estrechos, y que abarcan desde una novela polifónica más clásica como Claire de Luz Marina, de Edwidge Danticat, a una novela-artefacto tan novedosa como Autor material, de Matías Celedón. Creemos sí que todos son libros que pueden formar un mapa, dialogar entre sí y con otras escrituras en una escena de narrativa literaria contemporánea. La pensamos con esa libertad, que se refleja también en que es nuestra colección con menos reglas de diseño. 

También notable el catálogo de Destinos cruzados, encontrando distintas plumas alrededor de un asunto: ¿por qué encuentran potencia en el cruce, en la conversación? ¿Qué potencias disparan con eso? 

L. F.: Siempre que hablamos de Destinos Cruzados nos parece importante recordar que esta colección vive en Banda Propia su segunda vida. La anterior fue en Brutas Editoras, la editorial que tenían Lina Meruane, Soledad Marambio y Alia Trabucco Zerán en Nueva York. Ellas nos traspasaron las claves con que pensaron la colección: un escritor y una escritora que escriben sobre un país en el que no viven, que no es su cuidad de origen, pero con la que tienen un vínculo más bien vital, no anecdótico ni turístico. Nos interesa ese énfasis: miradas sobre un territorio hechas desde el margen, un punto de vista que no viene desde adentro, pero tampoco desde afuera. Y nos interesa el contrapunto, evitar las visiones únicas sobre el territorio, recordar que las miradas son siempre múltiples e históricas. Nos gusta que cada libro hable de un mismo espacio, pero desde distintas miradas y distintos tiempos, como pasa en Berlín dividido, en que Matilde Sánchez escribe sobre su experiencia como estudiante en el lado occidental y Juan Villoro sobre los años en que fue agregado cultural en Berlín oriental.    

Banda propia tiene una perspectiva feminista, ¿cómo la procesan desde el catálogo y qué discusiones habilita esa posición? 

M. Y.: En nuestra editorial es precisamente una perspectiva, un punto de vista, pero no es un dogma programático del catálogo, ni tampoco una editorial que por principio publica solo mujeres. La perspectiva se inscribe en la mirada política general del proyecto, en su quehacer y en las potencias que vamos identificando, en el marco de cada colección. Por ejemplo, la colección Perdita parte de un punto de vista feminista pero no es una colección sobre feministas, en el sentido de una biblioteca de clásicos. Son libros que interrogan agudamente el concepto de obra (Camila Henríquez Ureña), la unidad entre política y vida (Rosa Luxemburgo), o incluso la misma etiqueta de escritora feminista: en Escríbeme, Orlando, las cartas de Virginia Woolf a Vita Sackville-West muestran la complejidad ese asunto, la complejidad de un deseo donde la fantasía, el amor, la genialidad, los celos y también el capricho lleva a límites extremos la responsabilidad afectiva, y no por eso es un texto menos luminoso, y transgresor en todo lo que pudo anudar Woolf sobre los mandatos del orden sexogenérico a partir de su personaje Orlando. 


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