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El mismo día distinto en que murieron Cervantes y Shakespeare

Un adelanto de 30 de febrero, de Olivier Marchon

"William Shakespeare y Miguel de Cervantes murieron los dos en la misma fecha, el 23 de abril de 1616, pero no en el mismo día". Leé un adelanto de 30 de febrero, la novedad de Ediciones Godot, primer libro traducido al castellano del físico y documentalista nacido en París en 1975.

Por Olivier Marchon. Traducción de Jorge Caputo.

 

William Shakespeare y Miguel de Cervantes murieron los dos en la misma fecha, el 23 de abril de 1616, pero no en el mismo día. Y, de nuevo, el culpable de este asunto es Gregorio xiii...

Como consecuencia de la reforma del calendario iniciada por el sumo pontífice en 1582, el mundo cristiano se encuentra muy pronto cortado en dos, situación que se prolongará durante todo el siglo xvii. De un lado, los católicos que, casi todos, han adoptado el nuevo calendario gregoriano. Del otro, los protestantes y los ortodoxos que, en su inmensa mayoría, han rechazado la reforma y prefirieron mantener el antiguo calendario juliano. Con lo cual estos últimos acusan un retraso de diez días sobre los primeros, tanto como el desfase entre los dos calendarios. La frontera que separa esos dos mundos es pues más que geográfica o ideológica: es temporal.

Y Cervantes y Shakespeare murieron cada uno a un lado de esta extraña frontera. La muerte del primero, el 23 de abril de 1616 del calendario gregoriano, en Madrid, se produjo así diez días antes de la muerte del segundo, el 23 de abril de 1616 del calendario juliano, en Inglaterra. A causa de esta coincidencia de fechas, la UNESCO decidió en 1995 hacer del 23 de abril el Día Internacional del Libro, sin que sepamos si la venerable organización internacional es consciente de que los dos escritores en realidad no murieron el mismo día...

Pero esta anécdota no es nada frente a la innumerable cantidad de molestias que ha debido resultar de ese curioso siglo xvii de doble temporalidad. En efecto, es fácil imaginar los malentendidos que pudo generar entre comerciantes y gobiernos la utilización concomitante de dos sistemas de medida del tiempo a la vez tan próximos y tan diferentes. En el capítulo de las paradojas, se puede también citar el curioso viaje en el tiempo del rey Guillermo iii, que salió de los Países Bajos el 11 de noviembre de 1688 y llegó a Inglaterra “seis días antes”, el 5 de noviembre.

Esta Europa dual, propicia a la confusión temporal, va a comenzar a difuminarse en el siglo xviii, una vez que las tensiones entre protestantes y católicos se han apaciguado y las resistencias al calendario gregoriano, por lo tanto, se debilitan. La evidencia puede entonces imponerse. A partir de 1700, se desencadena una gran ola de “conversión” gregoriana: Dinamarca, Noruega, Islandia, Alemania, Suiza, Países Bajos... en todas partes los protestantes adoptan el nuevo calendario. Pero en lugar de suprimir diez días como lo había previsto la reforma gregoriana de 1582, aquellos que abandonan hoy el calendario juliano suprimen de hecho once puesto que, con el tiempo, el desfase entre los dos calendarios se ha profundizado (¡y siempre como consecuencia de los errores del calendario de Julio César!). Gran Bretaña es uno de los últimos países en seguir este movimiento, decisión que quizá no se deba tanto a la toma de conciencia del carácter erróneo del calendario juliano como a la constatación de que este representa un freno al comercio con un continente que está, desde hace poco, mayoritariamente bajo el calendario gregoriano... El Calendar (New Style) Act de 1750 prevé pues suprimir once días en septiembre del año 1752 (el 2 será seguido del 14) y aplicar las nuevas reglas de años bisiestos que preveía la reforma gregoriana de 1582.

Cuenta la leyenda que un tal William Willett se benefició de este nuevo agujero en el calendario al apostarles a algunos compañeros muy ingenuos que podría bailar doce días seguidos. Con bastantes apuestas en el bolsillo, Willett comenzó a bailar el 2 de septiembre de 1752 por la noche y se detuvo al día siguiente... 14 de septiembre de 1752. ¡Apuesta ganada! Pero contrariamente al astuto William Willett, muchos británicos vieron en esta reforma solo un cambio negativo. “Give us back our eleven days!”, eslogan muy conocido más allá de la Mancha, parece haber sido la proclama de violentas revueltas que se habrían producido como consecuencia de la aplicación del Calendar (New Style) Act. Si ningún hecho histórico respalda seriamente la existencia de esas revueltas, se sabe que la campaña electoral de 1754, que enfrentó al partido Whig con el partido Tory, fue virulenta en ese punto: los Tories reprocharon a los Whigs, entre otras decisiones, haber adoptado el calendario del papa (¡el mismo que el de los franceses!). En el fondo, nada nuevo en un país tradicionalmente receloso con respecto a todo aquello que viene del continente, y el reciente debate sobre el Brexit no deja de recordar algunos aspectos de las pasiones que agitaron a los británicos sobre la cuestión del calendario gregoriano. Pero, en este último caso, un cierto pragmatismo, que algunos podrían calificar de típicamente anglosajón, terminó por prevalecer sobre las pasiones antipapales, antifrancesas y anticontinentales. Y todavía hoy toda la Gran Bretaña utiliza el calendario gregoriano.

¿Toda? ¡No! Pues una pequeña isla poblada de irreductibles adeptos al calendario juliano resiste todavía y siempre al invasor gregoriano. Frente a Escocia, perdidos en el medio de las frías aguas del Mar del Norte, la treintena de habitantes de la pequeña isla de Foula utilizan todavía el antiguo calendario de la región. Ocurre que la isla, en razón de su lejanía geográfica y de la identidad principalmente nórdica de sus habitantes, se resistió durante mucho tiempo a toda forma de comunicación con los británicos. En consecuencia, sus habitantes por mucho tiempo permanecieron clavados en el calendario juliano, de la misma manera que fueron los últimos súbditos de Su Majestad en hablar la vieja lengua norn (una lengua escandinava hoy desaparecida). Actualmente, el calendario gregoriano es definitivamente utilizado en Foula. Pero, orgullosos de su herencia, los habitantes de la pequeña isla perpetúan la tradición al festejar Navidad también el 6 de enero, que corresponde al 25 de diciembre del calendario juliano...

 

 

 

 

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