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Ensayo de vuelo

Por Paloma Vidal

 

Eme Editorial acaba de traducir, de Paloma Vidal, su Ensaio de voo. "La lectura de estas páginas se transformó para mí, como para Vidal los dos comienzos de los libros de las chicas (“moças” en portugués), en la motivación para empezar a escribir un libro", escribió Tamara Kamenszain al respecto. Compartimos un extracto.

Por Paloma Vidal. Traducción de María Guillermina Torres.

 

estoy en el avión. leo el comienzo de dos libros que hablan de dos chicas que hicieron sus valijas, atravesaron el océano y fueron a vivir a europa. pienso que quiero escribir algo que tenga que ver con ellas, que faltan dos horas para que mi avión llegue a san pablo y que si escribo 55 palabras por minuto, como las que acabo de escribir, tendré, al final de las dos horas, un texto de cerca de 6.600 palabras. calculo que serán unas 15 páginas. eso, si no paro. si no levanto la cabeza. si no desacelero. estoy sola en una hilera de tres asientos, no tengo internet. quiero escribir. necesito, después de haber leído esos dos comienzos, hablar de un viaje, un viaje de ida sin vuelta en el horizonte. un viaje que decidieron por mí, hace cuarenta años, que yo rehíce en la ficción y que mi hermana, cinco años más chica que yo, hizo en la realidad, como esas chicas de los libros que leo, en sus realidades ficcionales. estoy apurada y escribo en el bloc de notas del celular. no cuento más las palabras o voy a perder demasiado tiempo. necesito detenerme en la escena de la partida, sobre la que apenas tengo relatos de ella y de mis padres, fragmentados. cuando mi hermana se fue, yo estaba demasiado concentrada en una larga separación como para preocuparme en pedir detalles. siento que las palabras fluyen. no sé si es el efecto del bloc de notas que, como el whatsapp y otras  aplicaciones del celular, corrige y completa palabras, al contrario del word, que corrige solo eventualmente, la mayoría de las veces solo marca los errores y nunca completa lo que estás escribiendo. mi hermana se fue sin planes de volver. llevó el máximo de peso permitido en las valijas, dos de 32 kilos, y dejó listas otras dos para que se las lleven después. hizo una limpieza de su cuarto en  la  casa  de  nuestros  padres,  donde  estaban acumulados años de papeles, libros, cuadernos. empiezo a inventar. lo que cuento sobre las valijas es verdad. ese detalle lo conozco, porque me contó algunas cosas sobre la organización previa al viaje. habló de la limpieza. contó que le regaló mucha ropa a m., que trabaja en la casa de nuestros padres hace varios años, y agregó que con parte de esa ropa m. iba a hacer una feria americana. no me acuerdo si había algún arreglo entre ellas sobre las ganancias del emprendimiento. uno de los motivos del viaje de mi hermana tenía que ver con la falta de dinero, de ahí tal vez que guarde ese recuerdo sobre la feria americana y sobre una negociación en torno a eso. la escritura se me hace lenta después de escribir la palabra “dinero”. quizás porque me da miedo exponer a mi hermana, o quizás a mí misma, ya que es un asunto recurrente en las conversaciones con mis amigos, a los que siempre termino revelándoles los números de mis cuentas mensuales, como si fuese necesario probar con datos que mi precariedad al respecto es verdadera. no sé, la verdad, cuán precaria era la situación de mi hermana. pero no es eso lo que me interesa. porque su viaje no puede ser reducido a una decisión relacionada con el dinero o su falta, como también sucede con las chicas de los libros que empecé a leer. borro algunas frases que acabo de escribir. quiero leer un poco más de los dos libros. De golpe me siento desamparada. dudo acerca de por qué escribir este texto. dudo de cómo hacer. la lectura me va a atrasar. desde que conté las 55 palabras, escribí 80 líneas más, con un promedio de 7 palabras por línea, lo que da 560 palabras, lo que significa que faltan unas 6.000 palabras para llegar a la estimativa inicial, siendo que ya pasaron 20 minutos. según mi cálculo actual, mi promedio de palabras disminuyó más o menos a la mitad, si se considera el cálculo inicial de palabras y minutos. pero ese cálculo es impreciso. porque es difícil calcular el número de palabras en este bloc de notas y, más aún, calcular el número de palabras en relación al número de minutos. acelero el ritmo. no quiero renunciar. si eso pasa, el viaje de mi hermana permanecerá como un enigma. ¿o será ella el enigma? no sé si debo dirigirme hacia ahí. si la palabra “enigma” es apropiada en este caso. conversamos mucho. mucho más de lo que mi memoria es capaz de retener. sin embargo, cada vez que pienso en su viaje me viene la imagen de un salto al vacío. “salto al vacío” es el lugar al que ella está yendo y también, para mí, ella misma y el viaje. no sé si queda claro, pero la idea es que viajar fue para ella un salto al vacío, porque no sabía con qué se iba a encontrar allá, aunque tuviese un lugar para quedarse y conociese la ciudad a donde estaba yendo a vivir. no sabía con qué se iba a encontrar en el sentido en que no tenía planes delimitados, más allá del viaje en sí, que fue un plan que ocupó, por lo que sé, casi todo su tiempo en los meses que antecedieron su decisión. ¿cuándo habrá tomado esa decisión? ¿habrá algún registro escrito de eso? ¿hubo una circunstancia precisa? ¿habló con alguien en ese momento? ¿habló conmigo? esas preguntas le dan forma a mi vacío en relación a su viaje, y también respecto de ella, porque en esa decisión de un viaje sin vuelta en el horizonte, tuve poca participación, en mi recuerdo. escribo eso, pero enseguida pienso que en el momento en que tomó su decisión yo estaba en el país donde está mi hermana ahora. estaba allá, en parís, con mi familia, en uno más de mis viajes temporarios. hace casi veinte años que vengo pasando temporadas en varios lugares del mundo, algunas más breves, algunas más largas: de un mes, la más breve, en viena, cuando creí que iba a aprender alemán, de un año, la más larga, en los ángeles, cuando creí que iba a poder escribir una tesis de doctorado. viajo y vuelvo, estoy siempre yendo y estoy siempre volviendo. ¿eso es no moverse? ¿desplazarse constantemente, pero encontrar siempre, al final, tu puerto seguro? tu punto fijo. escribió él en un poema, “mi punto ciego, mi punto fijo”. cuando mi hermana se fue, yo estaba demasiado concentrada en entender lo que eso significaba como para pensar que su viaje pudiese tener algo que ver conmigo. no en el sentido de que al viajar estuviese queriendo decirme algo, aunque esa idea no estuviera totalmente distante de mi pensamiento, ya que en algún nivel de su decisión quizás supiese lo que eso podía decirme, sino en el sentido de lo que yo podría percibir, en aquel momento, a través de su viaje, sobre mis propias relaciones con los desplazamientos, tan frecuentes en mi vida, que comenzaron muy temprano, cuando a mis dos años nos mudamos de país. ya escribí sobre la diferencia entre “viaje” y “mudanza”, y es eso lo que acá retomo, ya escribí quiere decir que ya simulé una cosa cuando se trataba de otra; quiere decir que ya escribí que me mudaba cuando, en realidad, había sido un viaje, temporario. cuando escribí eso sabía que la diferencia existía y de qué lado de las experiencias estaba. había también, de mi parte, una mayor valoración de una de ellas: viajar, temporariamente, no impone la misma valentía o el mismo sufrimiento que mudarse. retomo esto acá, pero con la diferencia de que me esfuerzo para no disimular de qué lado estoy. y de qué lado está mi hermana, junto con esas chicas de los libros que me acompañaron en otro viaje de vuelta. son libros que traigo de buenos aires. vuelvo a san pablo. me mudé, hace diez años, a esa ciudad. una compañía de mudanza, que se llamaba “gato preto” se encargó de traer todas nuestras cosas. escribo de nuevo: “nuestras cosas”. hice esa mudanza con alguien, “mi punto ciego, mi punto fijo”. esas chicas, y mi hermana, no. ellas hicieron sus valijas, tomaron un avión, llegaron a una ciudad extranjera y alquilaron un cuarto. las dos hacen exactamente lo mismo, una en una ciudad de inglaterra, la otra en una ciudad de alemania. me impresiona la semejanza entre los dos libros. mi hermana se fue a una gran capital y no alquiló un cuarto. como dije, tenía dónde quedarse, y era un departamento. tenía una casa, de cierta forma. también tenía algunos amigos. conocía la lengua. Esas chicas también conocen la lengua. hay algo en el desamparo de las tres que es muy parecido. a él me acerco y de él me alejo. se vuelve difícil contar las palabras, pero lo necesito. para poder continuar necesito saber dónde me encuentro en relación a la estimativa que hice en el inicio. según mi cálculo actual, fueron 120 líneas en 25 minutos, lo que quiere decir que mi promedio de palabras por minuto aumentó un poco, a 34, lo que a su vez significa que mi texto quedará actualmente con cerca de 4.000 palabras. el tamaño no importa, pero importa la disminución general del ritmo. me estoy cansando, por un lado, pero también me estoy distrayendo más, y sobre todo dudo más sobre qué escribir.

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