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La vuelta del héroe

Lee Child por Luciano Lamberti

Nacido como Jim Grant, fue despedido de su trabajo como productor en la televisión y se puso a escribir novelas: la “saga de Jack Reacher”, un gigantesco ex militar norteamericano que recorre las entrañas de Estados Unidos. Cada primero de septiembre, en conmemoración de la fecha en la que se convirtió en escritor, Lee Child comienza una nueva novela. La última en traducirse aquí se llama Tiempo pasado.  

Por Luciano Lamberti.

 

El mito es conocido por muchos. Lee Child, inglés, nacido como Jim Grant en 1954, fue despedido de su trabajo como productor en la televisión y se puso a escribir novelas. La que, a esta altura, ya podríamos llamar “saga de Jack Reacher”, un gigantesco ex militar norteamericano, que recorre las entrañas de Estados Unidos con un par de posesiones que entran en el bolsillo. Cada primero de septiembre, en conmemoración de la fecha en la que se convirtió en escritor, Lee Child comienza una nueva novela. Y ya van 23.

Que un hombre más relacionado con el cine que con la literatura encuentre su voz, su personaje, su manera de narrar siendo ya un adulto es toda una extrañeza. Que lectores de la talla de Stephen King o César Aira lo alaben indiscriminadamente, es sorprendente. Que incluso sus ventas lo conviertan en un best seller en todo el mundo, roza ya el milagro. Evidentemente, todo el mundo ama a Lee Child, y con razón.

En sus novelas, Child presenta una escritura liviana, ágil, precisa pero sobre todo efectiva. Un escritor puede ser bueno, malo, mediocre, pero se es efectivo o no se lo es. Algunas producciones de la llamada “novela histórica”, con sus adjetivos pornográficos y sus corazones estremecidos, son más efectivas que una buena novela realista. Child es ambas cosas. Efectivo y preciosista sin llegar a desvivirse por el lenguaje. No es poético, tampoco seco, a la manera de Hemingway. Maneja una prosa fluida, descriptiva, contenida. Tiene un sentido del humor cortante y británico. Es un experto en dosificar la información, en jugar con los puntos de vista, en calibrar lo que los personajes y el lector deben saber.

Todo escritor sabe que no hay casi desafío más difícil que describir una pelea o un coito: hay demasiados sentidos y movimientos en juego. Child sale siempre bien parado, no solo como si viera la pelea (y hay muchas en sus libros) sino también como si la estuviera practicando en ese mismo momento. Las escenas de violencia están planificadas, ordenadas, narradas con rigor científico y plasticidad a la vez, algo que no podríamos llamar de otra forma que “cubismo literario”, y que consiste en cortar la acción en tantos trozos como sea posible y presentarlos ordenadamente para que el lector tenga una idea más o menos clara del vértigo de la escena, siempre y cuando ese vértigo esté en la pelea y no en el narrador ni en el lenguaje.

La vida de Reacher tampoco es un secreto. Sabemos que su padre era militar, lo que lo llevó a vivir una infancia errante. Sabemos que también su hermano era militar y sabemos (lo leímos en “Segundo hijo”, uno de los cuentos que Blatt & Ríos publicó en Sin segundo nombre) que ya desde pequeño era un gran luchador y un soldado. Sabemos que se desempeñó como policía militar y que en algún momento renunció a su cargo y tomó la forma que le conocemos ahora: la del eterno trashumante, la del misterioso desconocido, la del hombre anónimo que no tiene más posesiones que las que puede llevar en la mano, la del que, tarde o temprano, se ve envuelto en problemas y los resuelve siempre, siempre de forma genial, como a ninguno de nosotros nos saldría. Hay dos adaptaciones cinematográficas bastante dignas, salvo por el hecho de que en las novelas de Child se llama mucho la atención sobre la altura de Reacher (todo el mundo lo considera un “gigante”) y el protagonista de las películas es Tom Cruise, que debe medir más o menos la mitad de lo que mide Reacher.

Tiempo pasado (publicada de forma conjunta por Eterna Cadencia y Blatt y Ríos, que tienen la exclusividad de Child en español)  salió a la venta originalmente en el 2018, bajo el título de Past Tense. La acción comienza cuando Reacher, en el medio de un viaje hacia California, haciendo dedo en la ruta como siempre, pasa cerca de Laconia, una pequeña población rural. El nombre, que le suena de algún lado, resulta ser el del lugar donde nació su padre, pueblo que Reacher nunca conoció. Hay dos tramas en esta novela: la búsqueda del origen por parte de Reacher, que, como no podía ser de otra manera, está planteada en torno a un enigma, y la suerte de jóvenes canadienses, Patty y Shorty, que a raíz de un desperfecto técnico en su auto terminan recalando en un motel, escondido en un bosque de pinos, cuyo clima se va poniendo cada vez más denso.

A los que prefieren ver series que leer: este nuevo libro de Lee Child es como una de esas (pocas) series de Netflix construidas con tiempo, inteligencia y sin subestimar la edad del lector. Entretenimiento adictivo, sí, como toda buena literatura, pero también ironía, emoción y, como ya es un lugar común en torno al género, una reflexión sobre el poder, sobre los alcances de la crueldad y la enfermedad humana en tiempos de experiencia escamoteada, sobre la improbable (fuera de la ficción) capacidad de la justicia para poner de nuevo las cosas en orden.

Alguna vez, cuando éramos niños, nos encantaba leer sobre héroes. Devorábamos las viejas ediciones de la colección Robin Hood. Los héroes eran gente extraordinaria, más inteligente, más fuerte, más capaz que la gente común. Después el cine y la televisión y la propia literatura nos impusieron a los antihéroes: personas tan despreciables como nosotros que ante las encrucijadas tomaban siempre el camino equivocado, más cerca de la comedia que del drama. Con Jack Reacher, con el protagonista de la primera temporada de True Detective podríamos pensar en una vuelta de los viejos héroes de ficción, personajes sencillamente admirables, que pueden donde nosotros no podemos. Héroes de verdad, sin ironía ni comicidad fácil.

¿Por qué leemos sobre héroes? ¿Qué buscamos ahí, más que cumplir nuestros deseos insatisfechos? Es como si esa vida ficcional fuera más real que la nuestra. En ese sentido, podemos pensar a Jack Reacher es una respuesta a la crisis contemporánea de la masculinidad. Es un cowboy, un hombre duro de la vieja tradición. Puede donde nadie puede, y puede siempre: contra dos, tres, cinco gigantes. Es fuerte, pero también ingenioso. Piensa mejor y piensa antes que los demás. Pelea a las piñas, como Batman. No conoce el miedo. Es noble, pero no tonto, y no tiene problemas en infringir la ley si su propio código lo amerita. Su distribución episódica, como los viejos capítulos de la serie El increíble Hulk, presenta siempre la misma estructura y siempre parece nueva: llega un forastero a un ignoto pueblo, hace justicia y sigue su camino. Si hay una representación de la masculinidad perdida es esa: por eso lo amamos.

 

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