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Una estética de la flexibilidad

Por Julián Delgado

Un extracto de Tu tiempo es hoy, de Julián Delgado, libro que acaba de presentarse en sociedad. A cinco años de la muerte de Luis Alberto Spinetta, ¿qué fue ese rayo que cambió la música argentina para siempre?

Por Julián Delgado.

Cuatro canciones de un lado y cinco del otro. El disco giraba sobre la bandeja y a la mitad había que darlo vuelta para continuar escuchando. Más allá de la confusa mezcla de sopapas, lágrimas y ojos, la banda había decidido un orden de presentación que condicionaba de alguna forma la escucha. Una estructura general que, luego de transitar el LP completo, abriría nuevas interpretaciones. Aunque acaso también permitiera, finalmente, tener algunas certezas.

El lado A comenzaba suavemente con “Muchacha (ojos de papel)” y concluía a pura energía con “Ana no duerme”. Entre medio sonaban “Color humano”, con sus nueve minutos de explosión rockera, y la cambiante “Figuración”. Si todo lo que rodeaba el álbum lo insinuaba, ese primer recorrido lo confirmaba: la heterogeneidad era el rasgo fundamental de la música de Almendra. Las cuatro canciones eran marcadamente distintas entre sí, tanto en su instrumentación como en su duración, su forma e incluso su letra. Las tres primeras, en particular, parecían haber sido elegidas para resaltar los contrastes. Lo mismo valía para “Ana no duerme”, que retomaba de algún modo el sonido distorsionado de “Color humano” aunque con un ritmo muchísimo más ágil. Pero esa cuarta y última canción del lado A del disco funcionaba también de enlace con las dos primeras canciones de la cara B. Junto con “Fermín” y “Plegaria para un niño dormido” conformaba un posible segundo grupo de tres temas, todos dedicados a contar la historia de sus personajes. Ese era el segundo elemento central del LP: cada canción parecía estar concebida como una suerte de relato ficcional, como un cuento que Almendra narraba musicalmente. Salvo “Color humano” (cuyo autor principal era Edelmiro Molinari), todas las letras del álbum retrataban una situación, reconstruían una historia o remitían a una experiencia. El grupo, disfrazado en la figura del arlequín de la tapa, jugaba a convertirse en una especie de juglar de su propio tiempo.

Sin embargo, ese retrato del presente no era nunca demasiado obvio. Ana, Fermín y el niño, como todos los otros protagonistas del álbum, podían representar a personas reales, pero eran sin dudas personajes inventados. Además, en comparación con las letras de otros artistas de la época, las de Almendra estaban plagadas de imágenes sensoriales y metáforas poco predecibles. Y lo mismo sucedía al nivel de la composición musical, en donde terminaba de plasmarse la voluntad del grupo de hacer de cada canción una pieza compleja y desafiante. Esa puesta en valor de la sofisticación y la originalidad creativas era, de hecho, la tercera característica distintiva del primer LP. Con sus armonías jazzeras, sus cambios de ritmo y compás y su combinación de diversos movimientos breves, “Que el viento borró tus manos” y “A estos hombres tristes” la expresaban muy abiertamente. Y por eso podían ser escuchadas, junto con “Laura va” (que incluía un arreglo para orquesta de cámara y una arriesgada melodía de voz), como un tercer y último bloque de tres canciones que exaltaban el trabajo creativo del grupo.

La división tripartita, de cualquier modo, no era más que una de las múltiples formas en que el primer LP podía interpretarse. Si bien el orden no parecía ser del todo caprichoso, nada restringía otras combinaciones. “Laura va”, por ejemplo, cerraba el álbum con el mismo clima suave y melancólico con que “Muchacha (ojos de papel)” lo había abierto. Ambas canciones se asociaban, además, con “Ana no duerme” y “Que el viento borró tus manos”, ya que las cuatro se referían a personajes femeninos. Se podían trazar muchas otras conexiones más. Lo que resultaba evidente, en cualquier caso, era que esa plasticidad solo era posible porque el lp estaba construido sobre un criterio fuertemente igualitario. Sus nueve canciones tenían, o al menos aspiraban a tener, idéntico valor.* Esa era, en definitiva, la ilusión que las hacía posible. A pesar de su aparente dispersión, una convicción profunda recorría la propuesta de Almendra: la convicción de que todos sus fragmentos conformaban un único fresco, de que cada una de sus composiciones se conectaba íntimamente con las otras y contribuía, a través de su propia singularidad, a darle forma a una sola gran obra de arte. Como en la carnavalesca portada de Sgt. Pepper’s, en la que unos Beatles disfrazados lograban reunir a su alrededor a las más diversas personalidades de la historia, la música de ese arlequín llamado Almendra proponía una celebración de la diferencia que no desembocaba en la anarquía total sino que postulaba una estética de la flexibilidad.

*Así lo demostraba, entre otras cosas, la atribución un tanto aleatoria de las autorías que se hacía en el cuadernillo interno. Como explica Emilio Del Guercio, “hay algunos temas de Almendra en que aparecen medio cruzadas las autorías. Porque, bueno, ahí sí hicimos una cosa medio hippie. Mezclar un poco las autorías, repartirlas. Por ejemplo, en el tema ‘Fermín’ yo también participé a pesar de que está firmado por Luis”. Entrevista personal con Emilio Del Guercio, realizada el 15 de agosto de 2012.

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