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Margaret Cavendish: una mente propia

Una de las cartas de la Duquesa

La Duquesa de Newcastle, aristócrata nacida en 1623, se interesaba por la ciencia y la filosofía; coleccionaba telescopios y fue la primera mujer en ser recibida en la Royal Society de Londres, además de estar entre las primeras escritoras mujeres en firmar sus novelas. Sus contemporáneos la tildaron de loca y despreciaron sus libros. Aquí una de sus cartas, vía Mardulce.

Señora,

Comparto su opinión de que los filósofos y los poetas deberían ser los más sabios de los hombres, pues teniendo un entendimiento tan agudo como para penetrar en los misterios de la naturaleza, debería ser fácil para ellos discernir los propósitos, las opiniones y las acciones de los hombres, y prever los efectos de las cosas. Y si pueden estimar las causas remotas e invisibles, y descubrir sus efectos, podrán sin dificultad estimar las acciones y los asuntos visibles de los hombres; y no hay hombre sabio que no tenga, al mismo tiempo, un entendimiento agudo y una visión clara para concebir lo que es y prever lo que será; pues no es la historia la que hace sabios a los hombres, ni la ley, ni la lógica, ni el conocimiento de todas las ciencias, sino el tener un ingenio natural para pensar de manera racional, juzgar con solidez, comprender con exactitud, percibir con facilidad, distinguir con claridad, comparar con precisión, indagar con minuciosidad, examinar con rigor, observar con amplitud y considerar con seriedad todo lo que ha sido, lo que es y lo que no es, o lo que podrá o no ser, acerca de lo cual los filósofos y los poetas son los hombres más agudos.

Pero este tipo de hombres no abunda en el mundo; en efecto, son muy escasos y, al ser incomprendidos, se los considera más necios que sabios; pues si bien los sabios reconocen a los necios, los necios no reconocen a los sabios, ni los necios reconocen a los necios, aunque los sabios reconocen a los sabios; pues, ¿cómo un necio va a reconocer a otro necio si ni siquiera se conoce a sí mismo? Pero si hemos de encontrar un defecto en los poetas y en los filósofos, este será el de que tan encantados están con la trascendencia, que no descienden al mundo de los hombres a fin de considerar las acciones y las ideas de las obras visibles y ordinarias de la naturaleza. Ellos pertenecen al Consejo Privado de la Naturaleza y, por lo tanto, desprecian la pertenencia al temporal Consejo de los Hombres; son estadistas de la naturaleza y no serán estadistas de asuntos temporales, ni prestarán servicio a príncipes temporales, pues son los principales cortesanos de la naturaleza. Y si por casualidad llegan a observar las acciones de los hombres, lo hacen con una sonrisa desdeñosa, al comprobar los errores groseros, las locuras ridículas, los placeres penosos, los vicios insensatos y los trabajos estériles. Los filósofos y los poetas, asimismo, no solo son los más sabios entre los hombres sino también los más felices, pues se deleitan con un conocimiento vasto, un ingenio supremo, concepciones sutiles, imaginación encantadora y fantasías exóticas, poseyendo todos los deleites de la mente y los placeres del pensamiento, y, al mismo tiempo, son capaces de dominar las pasiones rebeldes y los apetitos insaciables y de ordenar sus mentes de acuerdo con la fortuna; y son felices en cualquier situación, pues llevan la felicidad en su interior, mientras que la felicidad de otros hombres reside en el exterior y la infelicidad en su interior, y sus mentes son como aguas turbulentas en las que el más mínimo accidente suele provocar una tempestad, mientras que las mentes de los poetas y los filósofos son como las estrellas fijas, cuyo movimiento es centelleante; o, más bien, como el sol, cuyo curso es constante y no se altera nunca, y sin embargo se desplaza por el mundo y distingue cada rincón, penetrando en las entrañas de la tierra. Del mismo modo, las mentes solares de los poetas y los filósofos iluminan sus pensamientos; y así como el resto de los planetas recibe la luz del sol, los pensamientos reciben la luz de sus mentes; y al igual que el sol, que posee calor y luz, sus mentes poseen razón y conocimiento; y así como el sol anima a las numerosas criaturas, también sus mentes conciben la diversidad de causas y efectos y crean las diversas visiones; y así como el sol descubre el mundo, y el mundo de las criaturas, sus mentes descubren y exponen la verdad de las cosas. Pero dejando a los poetas y los filósofos con el conocimiento verdadero, la sabiduría, el ingenio y la felicidad, permanezco,

Señora,

Su fiel amiga y servidora.

 

 

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