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No Ficción

"Ven a verme": una carta secreta de Virginia Woolf a Vita Sackville-West

Banda Propia entrega las cartas privadas de la autora de Orlando a Vita, una intensa relación de seducción, capricho, amor, escritura y celos. 

Por Virginia Woolf. Traducción de Angelo Narváez León.





52 Tavistock Square, Londres. 31 de enero, 1927



Cariño,

Fue agradable recibir tus telegramas y cartas, escríbeme tantas como puedas. Me estimulan. Lo único bueno que me ha sucedido es que, desde el momento en que te fuiste, me he visto involucrada en una serie de llamadas telefónicas, notas y escenas con Clive y Mary, todas tan emocionales que me dejaron tan molesta, miserable y exacerbada que solo podía pensar en ti estando lejos muy hermosa y tranquila. Un faro en aguas tranquilas. No te puedo dar detalles que te aburrirían (feliz como estás, vieja demonio, con Harold en Persia), pero te puedo asegurar que encontrarás todo igual cuando regreses en mayo: Clive dándole cenas de champagne a Mary. Estuve encantada pensando cuán furiosa te habrían puesto algunos cargos hechos por Mary contra mí. Dios, cuánto nos habríamos divertido si hubieses estado ahí. 

     Pero el bien mayor es que he podido mantenerme ocupada todo el tiempo, así que he estado dispersándome sin parar, es como escribir borradores adormecida. Hago lo mejor para no pensar en ti. Ahí estuvieron los Webb, pero cuán volátiles son las cosas, tan carentes de cuerpo y sangre cuando una piensa en Vita yéndose cada vez más lejos. Perdí el habla el día que te fuiste, fui arrojada a una caminata de seis millas por un viejo camino una mañana lluviosa con Sidney Webb. Todas mis oraciones saltaron al medio del estanque sin un momento de reflexión, pausándose por la bestial pileta de la belleza de la autoconciencia —Surrey es detestable. Webb decía que hay que tener en mente la diferencia que produjo el mahometismo para los negros de Sierra Leona cuando me hundí inmediatamente y grité unos aullidos espantosos, me dijo Leonard. Y ahí había también una secretaria petiza vestida de lana en la mesa que dijo «¿podría molestarla con un pequeño vaso de agua?», que fue su única interacción, exceptuando con el perro. Todo fue increíblemente espantoso si no fuera por Lord Russell, el marido de Elizabeth, enorme con su crucifijo.




Miércoles 2 de febrero.

Ninguna carta tuya ayer u hoy. Supongo que estás en Moscú. Aquí está nevado, aunque ya se derrite y se acerca la lluvia en el horizonte. Desperté bastante triste por la noche. Mis somníferos (Clive y Mary) están desapareciendo. Tuve otra larga conversación con Mary ayer. Estábamos a punto de saltar sobre nuestras gargantas cuando entró Eddie y se quedó complacientemente por una hora más o menos y solo nos dejó tiempo para una apresurada explicación. Querida, querida, es una historia curiosa. Él no se irá. Su cochecama ha sido cancelado. La ferocidad [de Mary] merece mis respetos, de hecho lo logramos, pero tengo mis dudas de si podrá retenerlo con firmeza por siempre. La deja como una idiota por todo Londres —me refiero a Colefax y a Ethel Sands. Colefax viene para el té. ¿Por qué la gente se ríe de mí? Tú sabes que es un gran asunto ser un eunuco como yo, no saber cuál es el lado correcto de la falda, aunque las mujeres confían en mí. Una arroja una sombra sobre la furia del sexo y luego aparecen todas las venias y marmoleos, que son tan importantes entre las mujeres. Aquí en mi cueva veo muchas cosas que sus flamantes bellezas vuelven invisibles por la luz de su propia gloria.

      No, no iré a América. Me escriben diciendo que me mantendrán entretenida con cenas, pero que aparentemente no pagarán mis cuentas de hotel, de modo que los costos serían absorbidos por las ganancias, además creo que podemos lloriquear e ir a Grecia.

      12:30. Un cable desde América diciendo que vaya después. Supongo que ofrecerán más dinero, pero no, no creo que pueda ser sobornada a menos que sea algo tremendo.

      Sí, querida, compraremos la librería, al menos han comenzado las negociaciones y Birrell cenará aquí esta noche. Dice que es la oportunidad de nuestras vidas. Leonard está como un sabueso con la nariz en la tierra, aunque pasarán semanas y meses en conversaciones. Pero qué entretención, ¿no lo crees?, imagina que lo consigamos y que sea un gran éxito, y yo adquiera un automóvil y viaje por toda Inglaterra comprando libros.

      No, no se me ha enfriado la cabeza pero es como si se me hubiese enfriado, sentada aquí escribiéndote entre mucha confusión. Por alguna razón me siento dispersa y desanimada. He tenido que leer todas las novelas de Morgan, y hasta ahora no he podido abrir un solo libro sin que me interrumpan.[1] También está tu distancia, estoy a merced de las personas, del ánimo, me siento sola, como algo lamentable que no puede darse a entender. Cómo me has desmoralizado. Alguna vez fui una leal mujer incondicional. No es por escribir novelas, es por el periodismo, ese trabajo tan degradante. Pero sigo abriendo la tapa y mirando dentro de mi mente por si hubiera algún pez más lento asomándose —algún libro nuevo. No, nada por el momento.

      Sí, me gusta que escribas buena poesía. Mi última lectura no fue muy coherente. Estaba intentando llegar a algo sobre el asunto antes de que eso mismo fuera algo, una emoción, una idea. El problema para ti con tu sentido de la tradición y el uso de las palabras —aunque es un regalo de Dios— es que le facilitas demasiado la existencia. No digo que sea necesario complicarse, escribir con lentitud, expresivamente, etc., solo digo que es necesario pararse afuera con la mano cerrada hasta que todo se haga visible por sí mismo: las que nacemos escritoras tendemos a esperar resultados anticipados. Quiero decir que hay en nuestras mentes pensamientos más complejos, profundos y angulares de los que has mostrado hasta ahora. En cualquier caso ganarás el Hawthornden, y estaré un poco celosa, orgullosa y molesta.[2] Leeré The Land nuevamente completo en cuanto tenga la oportunidad.

      ¿Estás sufriendo por el frío en Moscú? Aquí está agradable nuevamente. Establecí un pequeño plan, hablé con Angus y la Sra. Cartwrith, y ahora debo ir a terminarlo e intentar leer un poco para controlar mis nervios.

      Cariño, estás bien y feliz e hiciste el viaje con facilidad, Hardold también está feliz y me imagino que piensas a menudo en el sótano. Un beso de Pinker y otro mío para el Insecto. Escribiré semanalmente.

Tuya, V.








[1] «The Novels of E.M. Forster» («Las novelas de E.M. Foster»), se publicó el 12 de febrero en Atlantic Monthly

[2] El 16 de febrero se anunció que Vita había ganado el premio Hawthornden por The Land.


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