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No Ficción

Cartearse con Emily Dickinson

Un intercambio con su mentor

"Una carta se me antoja siempre parecida a la inmortalidad, porque la mente está sola, sin compañero corpóreo". Uno de los intercambios entre Emily Dickinson y su mentor literario, rescatado e ilustrado en la edición de Nórdica: Preferiría ser amada, donde se recuperan correspondencias y poemas, incluyendo los que escribía en sobres. 

Ilustraciones de Elia Mervi.

 

Emily Dickinson nació en 1830 y murió en 1886 en el mismo lugar: Amherst, Massachusetts, pueblo agrícola de Nueva Inglaterra. Se han conservado casi dos mil poemas suyos, fragmentos, notas, recetas y más de mil cartas. Nórdica acaba de editar el tomo Preferiría ser amada, con ilustraciones de Elia Mervi y traducción de Abraham Gragera, donde se recuperan correspondencias y poemas, incluyendo los que escribía en sobres. "Algunos de esos poemas rescatados de su correspondencia han pasado al canon dickinsoniano (el establecido por su perplejo preceptor, T. W. Higginson, destinatario de muchas de esas cartas)", escribe en el prólogo Juan Marqués, a cargo de la selección.

Y es con T. W. Higginson, su mentor literario, justamente, que se produce el intercambio que sigue y que tomamos de este tomo:

 

 

 

A T. W. Higginson

Junio de 1869

Una carta se me antoja siempre parecida a la inmortalidad, porque la mente está sola, sin compañero corpóreo. Deudores como somos en nuestras conversaciones de la actitud y la entonación, parece como si el pensamiento que camina solo tuviera una especie de halo espectral — Quisiera darle las gracias por su inmensa bondad, pero intento no aupar nunca las palabras que no puedo sostener.

Si viniera usted a Amherst podría lograrlo, aunque la Gratitud sea la tímida riqueza de aquellos que nada poseen. Estoy segura de que dice usted la verdad, porque así hacen los nobles, pero sus cartas siempre me sorprenden. Mi vida ha sido demasiado sencilla y estricta como para avergonzar a nadie.

«Vista por Ángeles»,1 casi no de mi incumbencia.

Es difícil no abusar de la imaginación en un lugar tan bello, pero los reajustes en una prueba tan dura se nos permiten todos.

Recuerdo cuando de niña escuché aquel extraordinario pasaje y preferí el «Poder», sin darme cuenta entonces de que el «Reino» y la «Gloria» estaban incluidos.2

Se percató usted de que vivo en soledad — Para un Emigrante, un País está vacío salvo si es el suyo. Habla usted con amabilidad de verme. Si tuviera a bien venir a Amherst me alegraría mucho, pero no cruzaré la linde del terreno de mi padre para ir a ninguna Casa o ciudad.

De nuestras mejores acciones somos ignorantes —

No fue usted consciente de que me salvó la Vida. Darle las gracias en persona ha sido desde entonces una de mis pocas peticiones. La criatura que pregunta a mi flor: «¿Sí? ¿No?», dice — «¿Sí? ¿No?» —3 y otra manera de pedir lo que quiero no conozco.

¿Me excusará por estas cosas que digo, puesto que no he tenido otro maestro?

 

 

 

De T. W. Higginson a E. D.

11 de mayo de 1869

 

A veces saco sus cartas y versos, querida amiga, y cuando siento su extraño poder no es de extrañar que me cueste escribir y me pase así muchos meses. Tengo el mayor deseo de verla y siento que si pudiera tomarla de la mano, una vez tan solo, quizá le haría algún bien; pero mientras llega el momento, usted no hace más que envolverse en esta apasionada bruma sin que yo pueda alcanzarla, dejándome solo el regocijo que me provocan los raros destellos de luz. Cada año pienso que encontraré la manera de ir a Amherst a visitarla, pero es complicado, porque aunque debo viajar a menudo, casi siempre es para dar conferencias y muy pocas veces por placer. Con mucho gusto iría a Boston en cuanto fuera posible para conocerla. No he cambiado en lo que se refiere a usted; mi interés por lo que me envía sigue siendo el mismo de siempre. Quisiera tener noticias suyas a menudo, pero me intimida pensar que lo que escribo pueda ser desacertado y que se me escape la agudeza de su pensamiento. Me temo que es bastante fácil que eso ocurra. Aun así, no dejo de intentarlo, como ve. Creo que si pudiera verla, aunque fuese una vez, y saber que es usted de carne y hueso, me iría mejor. Cuando me encontré con su tío la sentí a usted más cercana, aunque me cuesta imaginar dos seres más distintos entre sí que ustedes. No he vuelto a verle desde hace años; sí vi a una señora que la conoció a usted, pero que no pudo contarme mucho.

Me resulta difícil entender cómo puede vivir tan sola, con pensamientos de semejante calibre y sin la compañía siquiera de su perro. Pero en cualquier parte, atreverse a pensar más allá de lo convencional o tener iluminaciones como las que le vienen a usted llevaría al aislamiento, de modo que quizá el lugar no sea tan determinante.

Alguna vez se dejará caer por Boston, ¿no? Todas las damas lo hacen. Me pregunto si sería posible tentarla para que asista a las reuniones que se celebran el tercer lunes de cada mes en casa de la señora Sargent, en el 13 de Chestnut Street, a las diez de la mañana, donde alguien hace una lectura y los demás debaten o escuchan. El próximo lunes leerá el señor Emerson y luego, a las tres y media de la tarde, se celebrará un encuentro en el Woman’s Club, en el 3 de Tremont Place, donde yo mismo leeré un ensayo sobre las diosas griegas. Sería una buena ocasión para que acudiera, aunque sigo prefiriendo que lo haga un día en que yo no esté tan ocupado — puesto que deseo verla, más que entretenerla. Estaré también en Boston la semana del aniversario, del 25* al 28 de junio — ¿o quizá le tiente más el Festival de Música, que también se celebra en junio? Ya ve que hablo en serio. ¿Acaso no le vendrá bien un poco de brisa marina en verano? Escríbame y cuénteme algo, en prosa o en verso; seré menos quisquilloso y estaré dispuesto a escribir cosas chapuceras, antes que ninguna.

Su amigo siempre

[la firma se ha recortado]

 

* Hay otra reunión ese día en casa de la señora Sargent, donde el señor Weiss leerá un ensayo. Estoy autorizado a invitarla. No tiene usted más que llamar a la puerta y entrar.

 

---

1 Cita de Timoteo 1, 3-16: «Él ha sido manifestado en carne, / justificado en espíritu, / visto por ángeles, / proclamado entre gentiles, / creído en el mundo, / ascendido en gloria».

2 Alusión al padrenuestro tal como aparece, en algunos manuscritos, en Mateo 6, 9-13: «Porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria. Por siempre. Amén».

3 Se refiere al juego de la margarita, sobre la posibilidad de que Higginson la visite. 

 

 

  

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